Hace años, el mundialmente famoso evangelista Billy Graham tenía programado hablar en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, pero no se sentía capacitado para dirigir la palabra ante aquellos pensadores sofisticados. No tenía títulos importantes ni había asistido a ningún seminario. Le confesó a un amigo íntimo: «No recuerdo haberme sentido nunca tan inadecuado y totalmente incompetente para una misión». Oró a Dios pidiendo ayuda, y Él lo utilizó para compartir la sencilla verdad del evangelio y la cruz de Cristo.
Moisés también se sintió incapaz cuando Dios lo seleccionó para la tarea de decirle a Faraón que liberara a los israelitas. Preguntó: «¿Quién soy yo para que vaya a Faraón…?» (Éxodo 3:11). Aunque quizá haya cuestionado su eficacia porque era «tardo en el habla y torpe de lengua» (4:10), Dios afirmó: «yo estaré contigo» (3:12). Como sabía que tendría que explicar el plan de rescate divino y decirles a los israelitas quién lo enviaba, Moisés preguntó: «¿qué les responderé?». Dios respondió: «YO SOY me envió a vosotros» (vv. 13-14). El nombre «YO SOY» revelaba el carácter eterno, autoexistente y todopoderoso de Dios.
Aun cuando cuestionemos nuestra capacidad para hacer lo que el Señor nos ha pedido que hagamos, podemos confiar en Él. Su suficiencia supera nuestras debilidades. Cuando preguntemos: «¿quién soy yo?», podemos recordar que Dios dijo: «Yo Soy».