Hace poco, mi esposa Janet y yo le compramos una buena cantidad de carne a un amigo que criaba ganado en una pequeña granja. Era más barata que en la tienda de comestibles, y la pusimos en el congelador para usarla durante los meses siguientes.
Tiempo después, una terrible tormenta con rayos dejó la zona sin electricidad. Durante las primeras 24 horas, confiábamos en que la carne se mantendría congelada, pero cuando llegó el segundo día y aún no había novedades de que volviera la electricidad, empezamos a preocuparnos.
Contactamos a Ted, un miembro de nuestro grupo de estudio bíblico, para que nos aconsejara qué hacer. Él canceló una cita y apareció en nuestra casa con un generador para suministrar electricidad al congelador. Estábamos agradecidos por su ayuda, y sabíamos que nacía de su amor a Cristo.
El antiguo dicho «en la necesidad se conocen los verdaderos amigos» cobró un nuevo significado para nosotros. En 1 Juan 3:18, el apóstol nos recuerda: «Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad». A veces, esto implica perder nuestra comodidad para ocuparnos de las necesidades de otros o recibir esa ayuda cuando la precisamos. Después de todo lo que Cristo hizo por nosotros, es una bendición ser sus manos y sus pies al amarnos unos a otros.