A veces, cuando estoy a punto de salir de casa, mi esposa Martie me detiene y dice: «¡No puedes ir a la oficina vestido así!». Por lo general, se trata de la corbata que no combina con la chaqueta o el pantalón con el saco informal. Aunque su cuestionamiento de mis elecciones pueda parecer una afrenta a mi buen gusto, me he dado cuenta de que su influencia es siempre beneficiosa.

Las Escrituras suelen exhortarnos a «vestirnos» de actitudes y acciones que combinen con nuestra identidad en Cristo. A veces, nos conocen por la ropa que llevamos, pero podemos dar a conocer al Señor vistiéndonos de intenciones y obras que revelen su presencia en nuestra vida. El apóstol Pablo nos aconsejó establecer el estándar de moda exhibiendo el guardarropa de Cristo: misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia y perdón (Colosenses 3:12). Luego, agregó: «Y sobre todas estas cosas vestíos de amor […]. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones…» (vv. 14-15).

Para vestirnos a semejanza de Cristo, debemos pasar tiempo con Él. Si lo oyes decir: «¡No puedes salir así!», permítele llevarte al ropero para que Él te vista a su semejanza. ¡Siempre es beneficioso!