Han ido y venido muchísimas predicciones sobre el fin del mundo. Estas cosas perturban y suelen llenar de miedo a la gente. No obstante, la Biblia habla de un tiempo llamado «día del Señor», cuando Él realmente volverá. Sin lugar a dudas, sucederá, pero solamente Dios sabe cuándo.
Los seguidores de Cristo pueden anhelar que ese día llegue. A la luz de tal suceso futuro, el apóstol Pedro declara cómo puede el creyente vivir con un propósito glorioso (2 Pedro 3:10-18): mirar hacia arriba, viviendo de una manera que honre a Cristo (v. 11); mirar hacia dentro, esforzándonos al máximo para estar en paz con Dios (v. 14); y mirar hacia fuera, estando alertas para que la influencia perjudicial de otros no nos descarríe (v. 17).
¿Cómo lo hacemos? «… [creciendo] en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (v. 18). Cuando nuestro carácter madura a través de la Palabra escrita, empezamos a relacionarnos más íntimamente con Jesucristo, la Palabra viva. El Espíritu Santo toma la Palabra de Dios y nos guía en cuanto a cómo debemos vivir.
El día del Señor no debe ser una jornada de temor para los seguidores de Cristo. Nuestro Rey volverá para arreglar todas las cosas y gobernar para siempre. Aguardamos ese momento con gran expectativa. Es nuestra «esperanza bienaventurada» (Tito 2:13).