Edward Payson fue un famoso predicador. Un lluvioso domingo, su audiencia era una sola persona. Meses más tarde, ese asistente solitario lo llamó y le dijo: «En aquel culto, acepté a Cristo como Salvador, porque cada vez que hablaba del pecado y de la salvación, yo miraba alrededor para ver a quién se refería, pero como no había nadie más, ¡no me quedaba otra opción que aplicar cada palabra a mi corazón y a mi conciencia!».
Dios nos salva uno por uno. Si tienes acceso a una sola persona, ese es tu campo misionero. Un dicho expresa: «Toda alma que tiene a Cristo es un misionero; toda alma que no lo tiene, es un campo misionero». Una sola persona no puede alcanzar a todo el mundo, pero podemos amar a nuestro prójimo. «¿Quién es nuestro prójimo?», preguntamos. La próxima persona con la que te cruces en el camino.
El Espíritu guió a Felipe para que se encontrara con el etíope eunuco, el cual estaba leyendo las Escrituras y necesitaba que alguien le explicara (Hechos 8:26-35). Después, el mismo Espíritu le dio al apóstol las palabras apropiadas, y el eunuco confesó su fe en Cristo (v. 37).
Pídele a Dios que te lleve ante la persona que Él ha preparado. Te colocará en el lugar y el momento precisos para hablar con ese individuo. El Señor hablará a través de tus labios y obrará por medio de tus manos, y cumplirá en ti el gran propósito de su voluntad.