Un año, justo antes de Navidad, a una amiga le diagnosticaron leucemia y le dijeron que debía empezar de inmediato la quimioterapia. Solo unas semanas antes, Silvia había comentado lo satisfecha y bendecida que se sentía con una familia amorosa, una casa cómoda y un nieto nuevo. Mientras entraba al hospital, le pidió a Jesús que la acompañara y le hiciera sentir su presencia.
Los siete meses de tratamiento seguidos de una recuperación en aislamiento parcial se convirtieron en una etapa que ella denomina «ocio forzoso». Dice que aprendió a disminuir la velocidad, a reflexionar en silencio y a descansar en la bondad, el amor y el plan perfecto de Dios… independientemente de que se curara o no.
Silvia adoptó para su vida una de las promesas de Dios para Israel: «Pues el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría» (Sofonías 3:17 ntv).
La enfermedad de Silvia está en remisión después de una travesía que, según ella, le cambió la vida beneficiosamente. Ya de vuelta en su activa rutina, suele hacer pausas para reflexionar en las lecciones que aprendió durante el «ocio forzoso».
Tanto en los buenos tiempos como en los desafiantes, ¡qué importante es acercarnos al corazón amoroso de Dios para oír su voz y poner nuestra vida en sus manos!