Una tragedia dejó a una familia con un vacío irreparable. Una niñita cruzó la calle mientras perseguía un gato y un camión le pasó por encima. La otra hija de cuatro años observó en silencio y estupefacta mientras sus padres se aferraban al cuerpo sin vida de su hermanita. Durante años, la pérdida petrificante de aquel momento envolvió de tristeza a la familia. Los sentimientos desaparecieron. El único consuelo era la insensibilidad. No había alivio imaginable.
La escritora Ann Voskamp era aquella niña de cuatro años, y la tristeza que rodeó la muerte de su hermana formó su perspectiva de la vida y de Dios. En el entorno donde creció no existía la gracia, y el gozo era un concepto sin base en la realidad.
Como madre joven, Voskamp se propuso descubrir esa cosa esquiva que la Biblia llama gozo. Gozo y gracia provienen de la palabra griega jario, y Ann descubrió que constituye la esencia del concepto de acción de gracias. ¿Es posible que sea tan sencillo?, se preguntó. Para comprobar su descubrimiento, decidió dar gracias por 1.000 regalos que ya tenía. Empezó lentamente, pero poco después, la gratitud desbordaba.
Así como Jesús dio gracias antes de resucitar a Lázaro y no después (Juan 11:41), Voskamp descubrió que la gratitud le brindó a su vida sentimientos de gozo que habían muerto con su hermana hacía mucho tiempo. El gozo brota al dar gracias.