Un día, me di cuenta de que mi pie derecho hace todo el trabajo con los pedales cuando conduzco mi automóvil de cambio automático: presiona por sí solo el acelerador y el freno. El izquierdo está inactivo. ¿Qué pasa si decido que, para ser equitativo, mi pie izquierdo reemplace al derecho durante la mitad del tiempo? Si nunca lo has hecho, ¡por favor, no lo intentes!
Si nosotros no exigimos tal igualdad a los miembros de nuestro cuerpo, ¿por qué a veces esperamos esto de la gente de la iglesia? Al parecer, era una cuestión que enfrentaba la iglesia de Roma en el siglo i. Algunos se consideraban más importantes de lo que debían (Romanos 12:3) porque realizaban algunas tareas que otros no hacían. Pero Pablo nos recuerda que «no todos los miembros tienen la misma función» (v. 4), que hemos sido dotados según la gracia de Dios (v. 6), y que Él nos dio esos dones para servir a los demás y no a nosotros mismos (vv. 6-13). La diligencia y el fervor deben caracterizar nuestro trabajo, porque servimos al Señor y no a los hombres (v. 11).
Entonces, no espiemos para ver qué hacen o dejan de hacer los demás. Fíjate cómo puede Dios utilizarte en su reino hoy. Te ha dotado exactamente como Él quería (v. 3).