Era un día perfecto para nuestra venta de garaje… cálido y radiante. La gente hurgaba entre la ropa, los libros y la vajilla de diversos diseños. Observé a una mujer que miraba un collar de cuentas blancas. A los pocos minutos, el adorno desapareció junto con su admiradora. La localicé en la calle, corrí hasta el borde de la acera y encontré el collar en su mano. Cuando nos enfrentamos, sabiendo ambas lo que había sucedido, ofreció pagar por lo que había robado.
Zaqueo, el cobrador de impuestos que había trepado a un árbol, se encontró con Jesús y cambió. Prometió devolver cuadruplicada la suma de dinero que había tomado indignamente de otras personas (Lucas 19:8). En aquella época, los publicanos solían cobrarles de más a los ciudadanos y se guardaban el dinero sobrante. El deseo imperioso de Zaqueo de devolver el dinero y donar la mitad de sus bienes a los pobres demostró su importante cambio de actitud. Había tomado lo perteneciente a otros, pero después de encontrarse con Jesús, decidió convertirse en dador y devolver lo que había robado.
El ejemplo de Zaqueo puede estimularnos a experimentar la misma clase de cambio. Si Dios nos recuerda artículos que tomamos, impuestos que no pagamos o acciones que realizamos en perjuicio de otros, podemos honrarlo haciendo lo correcto.