Cuando era entrenador de baloncesto en una escuela secundaria, cometí un grave error. Mandé a algunos de mis jugadores a espiar al equipo contrario. Volvieron con este informe: «Podemos ganarles fácilmente». Por estar demasiado confiados, perdimos contra ellos. ¿Te suena conocido? Me recuerda la situación en Hai, cuando Josué mandó sus espías y estos juzgaron mal la fortaleza del enemigo.
Pero hubo otras cosas que causaron la derrota en aquel lugar, aparte de la mala investigación. Israel perdió la batalla y 36 soldados por varias razones aleccionadoras.
Poco antes de la derrota, Josué había liderado exitosamente a su ejército frente a Jericó porque conocía el plan de ataque divino. Pero no se menciona que haya consultado a Dios antes de atacar Hai. Previamente a la batalla contra Jericó, los hombres se habían consagrado a Dios (Josué 5:2-8), pero en este caso, no se dice nada de que se hayan preparado espiritualmente. La razón que da la Biblia sobre la derrota de los israelitas es el pecado en el campamento. Acán había robado parte del botín de Jericó (7:1). Así que, no podrían conquistar Hai hasta que se confesara el pecado y el pueblo volviera a consagrarse (7:16-26). Recién entonces, Dios les dio un plan para triunfar (8:1-7).
¿Cuál es la estrategia para ganar nuestras batallas cotidianas? Confesar el pecado y vivir en el poder que Dios suministra.