El gozo se perdió cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios. Él los echó de su hogar en el huerto para evitar que sucediera algo peor. Si hubieran comido del árbol de la vida después de comer del de la ciencia del bien y del mal, habrían vivido en desgracia para siempre.
La vida fuera del huerto no era fácil. Adán y Eva tenían que trabajar duro para conseguir alimentos. La realidad de la muerte invadía todo, y los animales se mataban unos a otros. Y lo más terrible fue que el primer hijo de la pareja asesinó a su hermano menor. ¿Qué podría haber sido peor? El pecado se había apoderado de ellos, y ninguno podía impedir que el gozo se fuera desvaneciendo.
Pero Dios tenía un plan para recuperarlo. El gozo se perdió en el huerto cuando entró la muerte, pero volvió mediante un nacimiento: el del Hijo de Dios. «… os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo» (Lucas 2:10). Jesús creció para sanar a los enfermos, dar vista a los ciegos y resucitar a los muertos. Pero eso fue solo un atisbo de lo que vendría. Dios entró en el mundo, experimentó nuestra angustia y conquistó la tumba para darnos esperanza de que cumplirá su promesa de poner fin al dolor, la tristeza y la muerte (Juan 11:25-26; 1 Corintios 15:3-4; Apocalipsis 21:4). ¡Con razón la Navidad es la época del gozo!