Si tienes algo que esconder, Mike Slattery quizá tenga la solución. Hace varios años, una compañía de teléfonos móviles quiso poner una antena en su propiedad y disimularla para que pareciera un pino. Mike tuvo una idea mejor: construir un granero falso con paneles de vinilo que permitieran que las ondas de radio los atravesaran. Después, desarrolló esta idea hasta que se convirtió en una empresa que levanta estructuras para ocultar antenas, por razones de seguridad y de estética. Slattery está convencido de que muchos de sus vecinos todavía no tienen ni idea de qué hay adentro de su granero (tomado de The Gazette, Colorado Springs, EE.UU.).

La mayoría de la gente trata de mantener algo fuera de la vista. Puede ser algo tan inofensivo como trastos en un sótano o tan tóxico como los fracasos morales y espirituales que intentamos esconder de los demás, de nosotros mismos e, incluso, de Dios.

En el Salmo 32, David describió cuán inútil fue tratar de esconder su pecado (vv. 3-4) y el alivio que sintió al abrirle su corazón al Señor: «Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (v. 5).

Confesar nuestros pecados a Dios y abandonarlos genera una sensación de libertad en nuestra alma, y nos da la tranquilidad de saber que no tenemos nada que ocultar.