El Muro. Para las personas que han vivido en Alemania Oriental desde hace más de 50 años, estas dos palabras eran las únicas que necesitaban para describir la barrera erigida el 13 de agosto de 1961. Esa fecha señaló el comienzo de la construcción de un muro de cemento que separaba Alemania Oriental de Alemania Occidental. Con el tiempo, el muro se tornó casi imposible de atravesar porque estaba protegido por alambres de púas y hombres armados. Pero en 1989, fue echado abajo y se quitó la barrera que separaba ambas naciones.
Hay otro muro que también debe quitarse: el que separa a la humanidad de Dios. Esta barrera se construyó en el huerto de Edén, cuando un hombre y una mujer cometieron el primer acto de rebelión contra Dios (Génesis 3). Desde entonces, ¡todos nosotros hemos continuado rebelándonos! ¿Puedes imaginarte esa pared impenetrable? Isaías 59:2 dice: «vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios».
Sin embargo, la muerte y la resurrección de Jesús han posibilitado la reconciliación con Dios (2 Corintios 5:17-21). Para todos aquellos que aceptan el sacrificio de Cristo por el pecado, la barrera se destruirá y serán reconciliados con Dios. La muerte de Cristo también ha echado abajo otras paredes divisorias: entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres (Gálatas 3:28).
No permitas que tu propio «muro» de indecisión impida que aceptes el regalo de la salvación divina.