Lachlan Macquiarie, gobernador de Nueva Gales del Sur entre 1810 y 1821, tenía una manera de hacer que todos se sintieran participantes de la nueva colonia. Cuando los «exclusivistas» (los colonos fundadores, los funcionarios públicos y los militares) evitaban asociarse con los «emancipados» (los convictos llevados a allí bajo libertad condicional o perdonados), el gobernador insistía en que los trataran como socialmente iguales.

Jesús mostró interés por Zaqueo, un despreciado cobrador de impuestos en Jericó, y lo incluyó entre los receptores de su plan de salvación (Lucas 19:1-10). Marginado y aborrecido por causa de su profesión, Zaqueo estaba desesperado por conocer a Jesús y trepó a un árbol para alcanzar a verlo. Cuando el Señor pasó por allí, percibió el deseo de este hombre y le dijo que bajara porque tenía una cita divina en su casa. Algunos se quejaron de que Jesús pasara tiempo con un pecador, pero su amorosa atención a Zaqueo transformó la vida de este hombre, el cual se arrepintió y ofreció resarcir a los que había defraudado. La salvación había llegado a su casa.

La misión de Jesús era sencilla: Con diligencia, buscaba a las personas perdidas, cualquiera que fuera su condición social, y les ofrecía el plan de salvación de Dios. Como seguidores de Cristo, esta es también nuestra misión.