Unas semanas después de escribir un artículo para Nuestro Pan Diario sobre la importancia de obedecer la ley, emprendí un viaje de unos 1.350 kilómetros… decidido a mantenerme dentro de los límites de velocidad indicados. Mientras salía de un pequeño pueblo de Nuevo México, estaba más preocupado por desenvolver un emparedado que en mirar las señales de tránsito, y me aplicaron una multa por exceso de velocidad. Aquel día, mi primera lección fue que el no prestar atención cuesta lo mismo que pasar deliberadamente por alto la ley. ¡Y todavía me quedaban 1.200 kilómetros por recorrer!
Mi segunda lección fue que nuestras resoluciones siempre serán puestas a prueba. Pensé en las palabras de Moisés al pueblo de Dios cuando se preparaban para entrar en la tierra prometida: «Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (Deuteronomio 8:2).
El pastor y escritor Eugene Peterson describía el proceso de seguir a Cristo como «una larga obediencia en la misma dirección». Cada resolución de empezar a obedecer debe ir seguida de muchas decisiones de continuar haciéndolo.
Dios me brindó un humillante recordatorio de la importancia de mantener mi corazón dispuesto a seguir obedeciéndolo… y de prestar atención en el camino.