Al hablar con unos jóvenes sobre cómo prepararse para el futuro, hubo varios que dijeron algo así: «Debemos involucrarnos en las actividades mundanas para experimentar situaciones pecaminosas, y tratar con personas impías para fortalecernos».
Esta forma de pensar ha atrapado a muchos creyentes inmaduros y, a la larga, los ha puesto en contra de Dios. Sin duda, estamos en el mundo (Juan 17:15) y expuestos a entornos seculares (escuela, trabajo, vecindario), pero debemos tener cuidado de que esa exposición a tales situaciones no nos lleve a abrazar filosofías impías. Todos maduraríamos más rápidamente si siguiéramos el patrón divino indicado en el Salmo 1:1.
En primer lugar, no permitamos que nuestras decisiones y elecciones sean controladas por el «consejo de malos». En segundo lugar, no debemos exponernos a la influencia de los que no conocen a Cristo porque perjudicará nuestra manera de pensar. Por último, evitemos sentirnos cómodos con los que se burlan de Dios, de su Palabra y de su papel en nuestra vida, de modo que sus conceptos nos parezcan correctos.
Aceptar el consejo de tales fuentes nos aleja del Señor. En cambio, es mejor recibir la capacitación, la guía y el consejo de la santa Palabra de Dios y de aquellos que la conocen y la aman. Nuestro mejor maestro es Dios y su Palabra, no nuestras experiencias en la vida.