Mientras mi esposa y yo recorríamos el Museo Británico, nos impactó la historia y el legado que contenían esas inmensas instalaciones en Londres. Ver artefactos miles de años más antiguos que cualquier cosa que hay en el Nuevo Mundo, me hizo pensar en lo valioso que es apreciar el pasado. La historia nos brinda un registro de perspectivas, contextos y consecuencias que pueden ayudarnos a tomar decisiones sabias cuando aprendemos de las victorias y los fracasos de aquellos que vivieron antes que nosotros.
Pablo también percibió el valor de seguir las lecciones de la historia. Advirtió sobre la naturaleza destructiva de las malas decisiones cuando relató la historia de los israelitas y su peregrinación en el desierto por haberse negado a confiar en Dios para entrar en la tierra prometida (ver Números 14). Después, el apóstol les dijo a los creyentes corintios: «Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» (1 Corintios 10:11).
Dios nos dio la Biblia para que, en parte, nos ayude a aprender de las experiencias de la historia de su pueblo. Las lecciones de las Escrituras contienen ejemplos y advertencias para protegernos de nuestras peores inclinaciones y para guiarnos a vivir de manera más sabia. La cuestión es si aprenderemos de las lecciones del pasado o si repetiremos los errores de quienes nos precedieron.