La belleza del diseño de encaje negro sobre un fondo en tonos púrpura y anaranjado pastel me llamó la atención. La complejidad del frágil modelo me hizo suponer que lo había creado un artista talentoso. Sin embargo, cuando miré más de cerca la fotografía, vi al artista que admiraba su obra desde un rincón del cuadro. El «artista» era un gusano, y su obra de arte, una hoja parcialmente comida.

Lo que hacía hermosa la imagen no era la destrucción de la hoja, sino la luz que brillaba a través de los agujeros. Mientras contemplaba la foto, empecé a pensar en las vidas que han sido comidas por los «gusanos» del pecado. Los efectos son devastadores. El pecado nos come a medida que padecemos las consecuencias de nuestras malas decisiones y de las de otros. Todos somos víctimas suyas.

Pero esa fotografía también me hizo recordar la esperanza que tenemos en Dios. A través del profeta Joel, el Señor le dijo a Israel: «… os restituiré los años que comió la oruga…» (Joel 2:25). Además, Isaías nos enseña que Dios le asignó la tarea de «ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza» (Isaías 61:3).

Satanás hace todo lo posible para afearnos, pero la Luz del mundo, Jesucristo, puede tornarnos hermosos… a pesar de que el diablo se esfuerce al máximo para lograr lo contrario.