Para ser sincero, no me hacía feliz tener que hacer otro viaje a la tienda. Durante las cuatro semanas anteriores, mi esposa había estado tratando de cobrar un reintegro por un refrigerador que no funcionaba. Mientras hablaba con el gerente (otra vez…), parecía que no íbamos a llegar a ninguna parte. A medida que conversábamos, me preguntaba si alguna vez nos devolverían el dinero, pero intentaba ser amable.
En cierto momento, el gerente dijo: «A esta altura, los clientes suelen estar gritándome, pero usted ha sido muy paciente». Entonces, agregó: «Intentemos otra cosa». Me hizo unas preguntas y apretó unos botones en la caja registradora. Después de un breve lapso, y algunas historias sobre clientes enojados, ¡la máquina soltó un recibo que mostraba el reintegro! La pesadilla de aquel artefacto había terminado. «Gracias por haber sido tan amable al tratar con usted», dijo cuando nos despedíamos.
Al pensar que ser amable cuando, en realidad, no sentía deseos de serlo ayudó en aquel proceso, no obstante, que nos devuelvan dinero no debe ser la razón para actuar así. La verdadera causa es que, como creyentes, debemos reflejar la luz de Cristo (Efesios 5:8) ante todos: un vecino enojado, un camarero torpe o un gerente de una tienda. Nuestro vocabulario y comportamiento deben ser testimonios positivos (Efesios 4:29-32; Colosenses 4:6). ¿Estás atravesando algún conflicto? Que la luz de Cristo brille a través de ti.