Al parecer, solemos pensar más en cómo podemos glorificar a Dios con nuestra vida cuando estamos activos y somos fuertes. Pero me pregunto si también deberíamos considerar de qué modo podemos glorificar a Dios por medio de la muerte.
Después que Pedro negó a Jesús tres veces (Juan 18:15-27), el Señor le dio una oportunidad de reafirmar su amor (21:15-17). En tres ocasiones, Jesús le preguntó: «Pedro, ¿me amas?». Después, con un sorprendente cambio de tema, dijo: «Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme» (vv. 18-19). Jesús le dijo a Pedro que otros lo llevarían adonde él no querría ir, pero que, mediante esa forma impuesta de morir, glorificaría a Dios.
Pablo declaró que tenía el «anhelo y esperanza de que en nada [sería] avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también [sería] magnificado Cristo en [su] cuerpo, o por vida o por muerte» (Filipenses 1:20).
Podemos honrar y glorificar a Dios con nuestra manera de vivir… y también de morir.