Finney, a los 29 años de edad y abogado profesional, estaba preocupado por la salvación de su alma. El 10 de octubre de 1821 se retiró a una zona boscosa cerca de su casa, para orar. Mientras estaba allí, tuvo una profunda experiencia de conversión. Escribió: «El Espíritu Santo […] parecía haberme atravesado, cuerpo y alma […]. En realidad, era como si hubiesen entrado olas de amor líquido».
Al día siguiente, se reunió con un cliente que había acudido a él para que lo representara legalmente. Finney le dijo: «Tengo un llamado del Señor Jesucristo para defender la causa de Dios, y no puedo ocuparme de la suya». Entonces, se retiró del ejercicio profesional y entró en el servicio al Señor. Más tarde, Dios lo utilizaría poderosamente para guiar a otros a Cristo.
El apóstol Pablo también fue llamado a abogar por la causa del Señor. Escribió: «… estoy puesto para la defensa del evangelio» (Filipenses 1:17). La palabra traducida «defensa» se usaba en el mundo antiguo en relación con un abogado que defendía su causa en un tribunal. Todos los creyentes son llamados a comunicar la maravillosa noticia de la gracia salvadora de Dios. «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5:20).
¡Qué privilegio que Dios nos utilice para guiar a otros a Cristo!