Una vez, decidí leer las 38 obras de Shakespeare en un año. Lo que me sorprendió fue que cumplir con esa tarea parecía mucho más un entretenimiento que un trabajo. Esperaba aprender sobre el mundo de este escritor y la gente que lo habitaba, pero descubrí que sus palabras me enseñaban principalmente sobre mi entorno.
Experimenté exactamente el mismo proceso al enfrentarme con el Antiguo Testamento. ¿Por qué dedica tanto lugar a templos, sacerdotes y reglamentos para sacrificios que ya no existen? ¿Cómo podemos encontrarle sentido a esta parte de la Biblia y cómo se aplica a nuestra vida en la actualidad?
Después de esforzarme para superar algunas de las barreras, llegué al punto de sentir la necesidad de leerlo por lo que estaba enseñándome. A la larga, me encontré deseando leer esos 39 libros, ya que satisfacían un hambre en mí que ninguna otra cosa podía suplir y me enseñaban sobre la vida con Dios.
El Antiguo Testamento le habla a nuestra necesidad. Brinda un curso avanzado sobre «La vida con Dios», expresado en un estilo apasionante y personal.
Las recompensas que ofrece no se obtienen fácilmente. Todos los logros exigen un proceso similar de trabajo arduo, y nosotros perseveramos porque dichas recompensas llegarán.