A mediados de la década de 1970, demandas y decretos de divorcios aparecieron en la sección de Registros Públicos de nuestro periódico local. El reverendo Bill Flanagan, pastor de nuestra iglesia, leía esos nombres todas las semanas y comenzó a visualizar personas, no estadísticas. Entonces, creó un Taller de Recuperación para Divorciados, para brindar ayuda y sanidad en Cristo a personas dolidas en tiempos de dificultad. Cuando algunos miembros de la iglesia, que se sentían preocupados, le dijeron a Bill que estaba aprobando el divorcio, les respondió con amabilidad que simplemente estaba extendiendo la gracia de Dios a personas que la necesitaban.
Cuando Jesús invitó a Mateo, el cobrador de impuestos, a que lo siguiera, este aceptó. Entonces, Mateo invitó al Señor a comer en su casa. Después que los líderes religiosos criticaron al Señor por comer con publicanos y pecadores, dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio» (Mateo 9:12-13). Jesús, el Gran Médico, desea encontrarse con cada uno de nosotros en medio de nuestra necesidad y ofrecernos perdón, sanidad y esperanza. Lo que no merecemos, Él nos lo da gratuitamente.
A medida que alcancemos a personas que padecen necesidades, podemos extenderles esta gracia de Dios en Cristo al guiarlas a experimentar el toque de sanidad divina.