El escocés y norteamericano John Muir (1838-1914) fue criado por un padre cristiano que ponía gran énfasis en la memorización de las Escrituras. Cuando llegó a ser un joven adulto, John podía citar de memoria todo el Nuevo Testamento y extensas porciones del Antiguo.
Durante su juventud, Muir desarrolló un gran amor por la creación de Dios y la consideraba una fuente para llegar a conocer al Señor. El historiador Dennis Williams dice que Muir se refería a la creación como «El libro de la naturaleza». Mientras exploraba el desierto, pudo estudiar las plantas y los animales en un medio ambiente que «procedía directamente de la mano de Dios, sin estar corrompido por la civilización ni por la domesticación». Con el tiempo, Muir encabezó el movimiento de conservación forestal y contribuyó a la creación de muchos parques nacionales de los Estados Unidos; entre ellos, Yosemite, Sequoia y Mount Rainier.
Para alimentar el interés espiritual de los niños y los jóvenes, debemos concentrarnos primordialmente en la Biblia. Pero también podemos llevarlos al aula de Dios al aire libre, donde podrán cultivar su amor al Creador al mostrarles la majestad de la creación: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…» (Romanos 1:20).