La paz se perdió en los días de Adán y Eva. En cuanto comieron el fruto prohibido y se dieron cuenta de que estaban desnudos, empezaron a culparse el uno al otro (Génesis 3:12-13) e introdujeron conflictos en el pacífico planeta de Dios. Lamentablemente, todos sus descendientes, incluso nosotros, hemos seguido su mal ejemplo. Nos culpamos unos a otros de nuestras malas decisiones y nos enojamos cuando nadie acepta el error. El culpar a otros de nuestra infelicidad destruye familias, iglesias, comunidades y naciones. No podemos hacer las paces porque estamos preocupados en echarles la culpa a los demás.

La Navidad es una época de paz. El Antiguo Testamento relata la historia de cómo preparó Dios el escenario para la entrada del Príncipe de paz (Isaías 9:6). Jesús vino a detener el ciclo del pecado y de la culpa al hacer la paz entre nosotros y Dios «mediante la sangre de su cruz» (Colosenses 1:20). En vez de culparnos por todos los problemas que causamos, Él cargó la culpa por nosotros. Ahora está reclutando seguidores que, al haber recibido Su perdón, quieren que otros lo reciban también.

Cuando aceptamos el perdón de Dios, ya no deseamos impedir que el mismo perdón también alcance a otros. Y cuando vivimos en paz con el Señor, ansiamos hacer las paces con los demás. En esta Navidad, podemos dar y recibir el regalo de la paz.