Ted, uno de los ancianos de nuestra iglesia, solía trabajar como oficial de policía. Un día, después de responder a un aviso de violencia, contó que la situación se puso difícil y su vida corría peligro. Un hombre había apuñalado a otro y, luego, con amenazas, lo apuntó con el cuchillo. Otro policía se había apostado en el lugar y le disparó al agresor cuando este atacó a Ted. El criminal fue atrapado, pero mi amigo recibió un disparo durante el enfrentamiento. Mientras lo llevaban al hospital en la ambulancia, sintió que el Espíritu Santo le inundaba el alma con grandes oleadas de paz. Estaba tan tranquilo que pudo expresarle palabras de consuelo al otro oficial encargado de hacer cumplir la ley que estaba emocionalmente consternado por la crítica situación.
El Señor Jesús prometió darnos paz en medio de las crisis. Apenas unas horas antes de Su crucifixión, Él mismo consoló a Sus discípulos con estas palabras: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14:27).
¿A qué le temes más? Si tuvieras que enfrentarte a eso, Cristo está a tu lado. La confianza en Él por medio de la oración pone a disposición de todos «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento» y que «guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7).