La influencia de Satanás sobre la humanidad empezó cuando puso la mente de Adán y Eva en contra de Dios. Para lograr su objetivo, tuvo que mentirles en cuanto al Señor… y ellos tuvieron que tragarse la mentira. En ese momento trascendental, les mintió sobre la bondad, la Palabra y las intenciones de Dios (Génesis 3:1-6).
Satanás sigue usando sus antiguas trampas. Jesús dijo que, cuando el diablo «habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso» (Juan 8:44). Por eso, no debería sorprendernos que, cuando algún problema se interpone en nuestra vida, el padre de mentiras nos susurre al oído y que, de pronto, estemos cuestionando la bondad del Señor. Cuando se nos dice que obedezcamos Sus mandamientos, en primer lugar nos preguntamos si Su Palabra es realmente cierta. Cuando Cristo nos indica cosas tales como «no os hagáis tesoros en la tierra» (Mateo 6:19), Satanás nos dice que la buena vida consiste en amontonar cosas aquí y nos hace dudar de las buenas intenciones de Dios.
Nuestro problema es que, como Adán y Eva, creemos las mentiras del diablo. Y cuando lo hacemos, comprometemos nuestra lealtad al Señor. Entonces, nuestro enemigo se desliza hacia su próxima tarea y nos deja solos para que enfrentemos nuestro arrepentimiento y el percatarnos de que sus mentiras nos han seducido y alejado del Amigo más confiable y querido. ¿A quién has estado escuchando últimamente?