Mientras regresaba del trabajo a mi casa, escuché un anuncio por la radio que me llamó la atención. Era de un programa de informática que revisa los correos electrónicos a medida que se escriben. Yo conocía el «corrector ortográfico» y el «corrector de gramática», pero esto era diferente. El programa revisa el tono y la redacción de los correos para asegurarse de que no sean excesivamente agresivos, descorteses o maliciosos.
Mientras escuchaba al locutor que describía las características del programa, me preguntaba cómo sería si pudiera tener algo así para mi boca. ¿Cuántas veces he reaccionado duramente en vez de escuchar primero y, después, no tener que arrepentirme de lo que había dicho? Sin duda, un controlador de mensajes me habría protegido de responder con tanta insensatez.
Pablo observó que era necesario que los creyentes evaluaran su forma de hablar; en especial, cuando lo hacen con personas que no son creyentes en Cristo. Dijo: «Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (Colosenses 4:6). Le interesaba que nuestro lenguaje fuera agradable, que reflejara la belleza de nuestro Salvador. Además, debe ser atrayente para los demás. Es vital que les hablemos a los incrédulos con el tono correcto para poder testificarles. Colosenses 4:6 puede ser nuestro controlador de mensajes.