Una vez, una mujer me preguntó por qué debía ser ahora como Cristo si llegaría a ser como Él cuando entrara en el cielo (1 Juan 3:1-3). ¡Qué gran pregunta! En especial, cuando es más fácil ser como uno es.
En realidad, hay varias razones por las cuales es importante volverse como Él ahora, pero una de ellas es probablemente la que más se destaca. Cuando lo veamos y comparezcamos delante del Señor, rendiremos cuenta de si hemos vivido conforme a Su voluntad o no. O, como lo expresa Pablo, si lo hemos puesto a Él como fundamento y edificado con «oro, plata, piedras preciosas, madera, heno [u] hojarasca» (1 Corintios 3:12-13).
Todo lo que hagamos para el progreso de Su reino —como contribuir al fortalecimiento de la iglesia, servir a los pobres y a los necesitados y promover la rectitud y la justicia, como lo hizo Él— implica edificar con elementos básicos que sobrevivirán al fuego del juicio. Por el contrario, construir con cosas que reflejen nuestra naturaleza caída y vivir para beneficiarnos personalmente y satisfacer nuestros deseos terrenales son materiales que se convertirán en un montón de cenizas ante el fuego consumidor de Su gloria.
No sé qué piensas tú, pero yo prefiero amar a Cristo lo suficiente como para parecerme a Él ahora, porque la idea de estar en Su presencia sobre un montón de cenizas es una alternativa impensable.