Casi todos coincidiríamos en que la vida tiene altibajos. El sabio rey Salomón estaba convencido de esto y reflexionó sobre nuestras reacciones ante las circunstancias fluctuantes. En Eclesiastés, escribió: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. […] tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar» (3:1-4).
El padre de Salomón, David, fue considerado «un varón conforme [al] corazón [de Dios]» (1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Sin embargo, su vida ilustra que esta puede estar llena de épocas buenas y malas. David lloró por la enfermedad mortal de su primer hijo, que tuvo con Betsabé (2 Samuel 12:22). Aun así, también escribió canciones de alabanza y de gozosa alegría (Salmo 126:1-3). Con la muerte de su rebelde hijo Absalón, atravesó un período de profunda angustia (2 Samuel 18:33). Y cuando el arca del pacto fue llevada a Jerusalén, David danzó delante del Señor en un éxtasis espiritual (2 Samuel 6:12-15).
Nos perjudicamos a nosotros mismos y a los demás cuando decimos que la vida cristiana es tranquila y feliz todo el tiempo. La Biblia, en cambio, describe el andar del creyente como una serie de altibajos. ¿En qué período te encuentras? Ya sea que atravesemos un tiempo de gozo o de tristeza, cada época debería motivarnos a buscar al Señor y a confiar en Él.