Un domingo, en la iglesia donde soy pastor, invité a tres niños a buscar varios rollos con versículos bíblicos que había escondido en el salón de cultos. Les dije que, cuando los encontraran y los leyeran en voz alta, les daría un premio. ¡Tendrías que haberlos visto! Corrían, movían las sillas, miraban debajo de los adornos y en las carteras de la gente (con permiso). No les resultaba fácil encontrarlos, pero lo hacían con entusiasmo. Su búsqueda diligente y su posterior hallazgo produjeron gozo en los niños, afianzamiento en la congregación y un sentimiento renovado de la importancia de la Palabra de Dios.

En 2 Reyes 22–23, leemos que el rey Josías y el pueblo de Judá redescubrieron el gozo y la importancia de la Palabra de Dios. Durante la reparación del templo, el sumo sacerdote Hilcías encontró el libro de la ley. Probablemente, lo habían perdido o escondido durante el reinado de Manasés. Después, cuando le leyeron el rollo al rey Josías, escuchó y reaccionó ante lo leído (vv. 10-11). Buscó entenderlo más (vv. 12-20) y guió al pueblo a renovar su compromiso para otorgarle un lugar importante en sus vidas (23:1-4).

En la actualidad, podemos acceder a la Palabra de Dios como nunca antes. Renovemos nuestro compromiso para «hallarla» todos los días y para demostrar su preponderancia a través de nuestra vida.