Una causa presentada ante la Suprema Corte de los Estados Unidos se refería a si un símbolo religioso —en especial, una cruz— podía ser exhibido en lugares públicos. Mark Sherman, en un artículo para Associated Press, dijo que aunque la cruz en cuestión se había erigido en 1934 para conmemorar a los soldados que murieron en la Primera Guerra Mundial, un grupo de veteranos de guerra que se oponía a dicho recordatorio llamaba a la cruz «un poderoso símbolo cristiano» y «no un distintivo de cualquier otra religión».

La cruz siempre ha sido motivo de controversia. En el siglo i, el apóstol Pablo dijo que Cristo lo había enviado a «predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Corintios 1:17-18). Como seguidores de Cristo, vemos la cruz como algo más poderoso que un símbolo cristiano: la prueba del poder de Dios para liberarnos de la tiranía de nuestro pecado.

En una sociedad diversa y pluralista, la controversia sobre los símbolos religiosos continuará. Es probable que los tribunales determinen si una cruz puede exhibirse en espacios públicos o no, pero que su poder se demuestre en nuestra vida lo decidiremos en nuestro corazón.