Muchos de los 30 millones de ciervos de cola blanca, en Estados Unidos, no corren peligro debido a las armas, sino por los automóviles en los suburbios en desarrollo. Tomé conciencia de su situación apremiante cuando una cierva madura pasó corriendo entre el tráfico, justo delante de mí. Mientras la miraba, me pregunté qué la habría llevado a arriesgarse de ese modo y por qué se detuvo del otro lado y miró hacia atrás. Cuando pasé a su lado, seguí su mirada y vi dos pequeños cervatillos que observaban desesperados a su mamá, desde el otro lado de la transitada calle. En vez de seguirla, dieron la vuelta y regresaron al bosque.

Esa familia no está sola. Nosotros también podemos enfrentar situaciones de separación y de peligro que no presuponíamos. La lectura de Malaquías y de Mateo nos recuerda que tanto nosotros como nuestros progenitores tenemos problemas, y necesitamos desesperadamente la ayuda de nuestro Padre celestial. A veces, la precisamos para ver los pecados de nuestros padres y evitar repetirlos (Nehemías 9:2-3). En otras ocasiones, es necesaria para mirar atrás y seguir el ejemplo y el interés de nuestros amorosos progenitores (Lucas 15:18).

Solo en nuestro Padre celestial podemos encontrar la gracia interior, el perdón, el ejemplo perfecto que necesitamos. Él sabe que somos hijos caídos de padres también caídos, y, aun así, ahora nos ofrece la ayuda de Su Espíritu y el rescate por medio de Su Hijo.