Dos jóvenes hermanos se sentaban en la primera fila de la iglesia todos los domingos y observaban a su papá mientras dirigía el culto de adoración. Una noche, después de mandarlos a acostarse, el padre oyó que uno de ellos lloraba. Le preguntó qué le pasaba, pero el muchachito no se atrevía a contestarle. Finalmente, confesó: «Papá, la Biblia dice que vamos a adorar a Dios en el cielo para siempre. ¡Es una cantidad de tiempo impresionante!». Como imaginaba que el cielo sería un período largo de adoración, con su papá dirigiendo en el frente, ¡el lugar le sonaba bastante aburrido!
Aunque a veces nos gustaría saber más acerca de cómo será el cielo, estamos seguros de esto: es imposible que aburrido sea la palabra correcta para describirlo. Veremos cosas bellas como nunca antes conocimos; entre ellas: «un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal» (Apocalipsis 22:1). Allí experimentaremos «la gloria de Dios», que iluminará el cielo (21:23; 22:5); y disfrutaremos de una vida sin dolor ni tristeza (21:4).
Sí, no hay duda de que adoraremos en el cielo. Personas «de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (5:9) se regocijarán alabando a Jesús, el Cordero digno, que murió por nosotros y resucitó (5:12).
Nos deleitaremos en la gloria de la presencia de Dios… para siempre. ¡Pero nadie se aburrirá ni siquiera por un segundo!