La historia de la mujer sirofenicia representa un fascinante eco
de la historia de la fe del centurión (Lucas 7:1-10). Ambos son
milagros «a larga distancia.» Ambos involucran la fe de un
gentil.
Una vez más parece que Jesús ha huido de la consumidora
presencia de la multitud para descansar un poco. Pero una vez
más descubre que incluso para Él, esto es una imposibilidad. Una
desesperada mujer se abre paso intempestivamente en el silencio
que rodea al agotado Jesús. Tal vez ella ha oído acerca de Su
milagroso poder de algún grupo de sus paisanos que han estado
antes con Jesús (3:8). Cae frenéticamente a Sus pies, rogando por
un milagro.

Se suponía que los rabinos no hablaban con las mujeres en
público, mucho menos con mujeres gentiles. Pero Jesús entabla
una conversación inolvidable con la preocupada mujer. Al
principio, Su respuesta suena a una negativa. Sin embargo, de
hecho se trataba de una invitación para que ella escuchara el
corazón de Jesús.

Para nosotros, la respuesta de Jesús suena áspera. ¿Está
realmente llamándola «perro»? Después de todo, a los perros se los
considera animales impuros en el judaísmo (Levítico 11:27). Pero
Jesús no usa la palabra para perros callejeros. Usa el término
diminutivo para «perritos» o tal vez «mascotas.» No creo que la
escena que está ilustrando para la mujer sea una escena judía,
sino una perfectamente helenística. En el mundo de ella, era
común tener perritos de mascotas. La imagen de los niños
tirándoles sobras de pan a sus mascotas debajo de la mesa no la
ofende en absoluto. De hecho, tiene el efecto contrario. La
respuesta encantadora pero tenaz de ella parece deleitar a Jesús.
Representa una imaginativa expresión de su fe en Él. En el toma y
daca de la conversación humana común, Jesús queda encantado
por la fe y el ingenio de esta extraordinaria mujer.
Cuando regresó a casa, ella percibió que la oscura nube
demoníaca se había ido. Su hijita estaba echada tranquila en la
cama, sin más convulsiones, sin más comportamiento
autodestructivo. Su hogar y su familia jamás volverían a ser los
mismos, ¡y todo esto representaba una migaja que acababa de caer
de la mesa! —MC