Puede que no tengamos reyes por quienes orar, pero, tal y
como dice 1 Timoteo 2:1, tenemos personas que están en
autoridad sobre nosotros. Es fácil armar la lista de oración:
nuestros funcionarios gubernamentales, nuestro jefe en el trabajo,
los oficiales de la policía, nuestros padres, maestros, y una
multitud de otras personas que pueden hacer valer sus privilegios
sobre nuestras vidas. No sé cómo te sientes acerca de los
«gobernantes» de tu vida, pero podría decir sin temor a
equivocarme que puede que orar por ellos no sea tu primer
impulso. Sin embargo, uno de los intereses de nuestro Señor en
nuestras oraciones a Él es que regularmente mantengamos a las
figuras de autoridad en nuestra lista.
¿Cómo debemos orar por los líderes de nuestro país?
Debemos orar por lo que ellos necesitan: sabiduría, libertad del
engaño, un auténtico interés por hacer lo que sea lo mejor por
aquéllos que están bajo su autoridad. Pero lo más importante, la
capacidad para gobernar de una manera que nos habilite para
vivir «una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad»
(1 Timoteo 2:2).
La iglesia primitiva vivía este compromiso con Jesús dentro
del contexto de autoridades que a menudo eran traicioneras y
amenazadoras para los creyentes. La única esperanza del cristiano
se encontraba en la protección que Dios brindaba — lo que me
lleva a mi objetivo. La oración consistente por aquéllos que nos
guían es un recordatorio constante de dos cosas.
Primero, es nuestro llamado a vivir vidas pacíficas marcadas
por la santidad y la piedad. Si oráramos por eso cada día,
simplemente podríamos hacer algún progreso en esa área.
Segundo, este tipo de oraciones nos recuerdan que nuestra
esperanza no está puesta en los reyes terrenales sino en el Rey de
reyes, quien es el único con el poder y la autoridad finales
incluso sobre los gobernantes más poderosos. Durante demasiado
tiempo hemos puesto nuestra confianza en los gobernantes
humanos para nuestra protección, prosperidad, y paz.
Como dijo el salmista, «Algunos confían en carros, y otros en
caballos; mas nosotros en el nombre del SEÑOR nuestro Dios
confiaremos» (Salmos 20:7). —JS