Santiago y Juan vinieron a Jesús con su madre cuando ella
hizo este pedido: «Ordena que en tu reino estos dos hijos
míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda»
(Mateo 20:21). Lo que, en su interpretación significa, «¿Podrían mis
hijos tener las posiciones más poderosas e influyentes en el
nuevo gobierno?»
Mateo prosigue a contarnos que cuando los otros diez
discípulos escucharon la solicitud de ella se»indignaron» —
probablemente por un montón de razones. Pero sin duda el
verdadero problema era que todos querían los principales lugares
en lo que ellos asumían sería el reino pronto-por-venir. Si tenían
una oportunidad, ninguno de ellos quería desempeñar el papel
de menor importancia.
Jesús los reprendió por sus avanzados casos de «importantitis»
y prosiguió a decirles que si habían de ser Sus auténticos
seguidores, tendrían que buscar el servicio como la meta de sus
vidas. De hecho, observó que los que serían considerados grandes
en Su reino serían aquéllos que servían. Dios quiere seguidores
que estén dispuestos a desempeñar la parte pequeña y no
declarada. En cuanto aquéllos a quienes les ha dado visibilidad e
influencia, Él busca ver si es que ellos administran su liderazgo
desde una perspectiva de siervo o no.
Después de todo, Dios estaba dispuesto a servirnos
inclinándose lo suficiente como para experimentar la dolorosa
humillación e injusticia de una cruz. La idea de que algunas cosas
están por debajo de nosotros, que merecemos algo mejor, o que
realmente debemos ser servidos en vez de servir, niega la esencia
misma de Jesús y nuestra identidad en Él. Si estamos
esforzándonos por ser como Él, no hay tarea que sea demasiado
pequeña, no hay campo que sea demasiado ignorado, ni hay
auténtico sacrificio que sea demasiado grande. Porque Él sirvió,
vivimos sirviendo con mucho gusto. Y lo hacemos a lo largo
de todo el camino al cielo, ya sea que alguien lo note o no
— sabiendo todo el tiempo que Jesús lo nota y que cuando
lleguemos, Él nos dirá «Bien, siervo bueno y fiel» (Mateo 25:21).
—JS