El milagro de los panes y pescados es tan poco milagroso que
muchos eruditos argumentan que no hubo milagro en
absoluto. Sugieren que la generosidad de aquél que proveyó
los panes y los peces simplemente inspiró a todos los demás a que
también compartieran su comida. Cuando estudiamos la historia, no
es difícil entender por qué pudieron llegar a una conclusión tan
errónea. Después de todo, ¿qué es lo que Jesús hace? Él
simplemente da la bendición.

Los discípulos acaban de regresar de su primera misión.
Emocionados le dan sus informes a Jesús, pero están exhaustos, y Él
está totalmente al tanto de ello. Buscan refugio en un lugar remoto,
pero luego se dan vuelta y ven hasta 15,000 hombres, mujeres, y
niños hambrientos que los han seguido. El mandamiento
aparentemente absurdo de Jesús, «Dadles vosotros de comer,» se da
para prepararnos para el milagro por venir. La dura verdad es que
ni un año de salarios podría comprar suficiente comida como para
apenas atenuar el hambre de tantos. Jesús luego pregunta, «¿Cuántos
panes tenéis?» La pequeña cantidad de comida que los discípulos
pueden reunir a duras penas es absurdamente insuficiente ante la
multitud. Pero Jesús siempre está listo para usar nuestras absurdas
insuficiencias. ¡De eso es el material del que están hechos los
milagros!

Los rabinos enseñaban que uno de los crímenes más graves
contra Dios era usar mal lo que Él había dado. En el judaísmo, no
agradecerle a Dios antes y después de la comida constituía un mal
uso. La bendición rabínica, o barocha por la comida era «Bendito seas,
eterno Dios y Padre nuestro, quien haces que el pan surja del suelo.»
Luego de la barocha viene el mandamiento sencillo de repartir
la comida. Una vez más, nota que no hay agitación alguna de
brazos en el aire, ni palabras de conjuro, sólo las simples palabras de
bendición por la comida de parte de Jesús. Marcos no registra la
respuesta de la multitud, si reconocieron o no que había ocurrido
un milagro. Tal vez no nos lo dice debido a que por alguna razón
desconocida él piensa que no tenemos que saberlo. Pero ante tal
milagro, la falta de respuesta debe captar nuestra atención.

¿Acaso podría no ser que, de manera similar al milagro de
Caná, sólo los siervos (es decir, los 12 que acababan de regresar)
supieran que había ocurrido un milagro? Pero si esto es verdad,
¿acaso hace que la alimentación de los miles sea menos milagrosa
en alguna medida? —MC