Entre las piezas estratégicamente recomendadas de la
armadura de Dios, el libro de los Efesios nos dice, «en todo,
tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar todos
los dardos encendidos del maligno» (v.16).
¿Por qué necesitamos aprender a usar nuestro «escudo de la
fe» «en todo»? Porque el escudo es la armadura de la armadura. El
objetivo del guerrero era extinguir cualquier dardo en curso con
su escudo para detener cualquier daño potencial, como perder el
sentido, recibir magulladuras, o heridas. Cuando el escudo del
guerrero no estaba en alto, las otras piezas de la armadura
quedaban vulnerables.
Lo mismo es verdad en nuestra guerra espiritual. Nuestras
batallas más duras invariablemente concernirán a asuntos de la
fe — aquellas épocas cuando estamos tentados a pensar que la
Palabra de Dios y Sus caminos no funcionan con nosotros o
que Él nos ha fallado. Si Satanás puede hacer que dejemos caer
nuestro escudo de la fe, él sabe que no podemos permanecer de
pie por mucho tiempo.
Las primeras palabras que se registran como que salieron de
la boca de la serpiente fueron: «Conque Dios os ha dicho . . . ?»
(Génesis 3:1). Él usó la pala del engaño para sembrar duda.
Satanás, haciéndose pasar por la serpiente, sabía que no podía
impedir que Eva creyera en Dios, así que la tentó a que no le
creyera a Dios o que no confiara en Sus motivos. El caminar de
ella comenzó a flaquear, su duda fue contagiosa, y la pareja perdió
la tierra que Dios había colocado bajo sus pies. Cuando Eva dejó
caer su escudo de la fe, todas las demás piezas de la armadura
espiritual quedaron vulnerables. Satanás sabía que ella no
permanecería de pie por mucho tiempo. Cuando ella cayó, cayó
duro. Sé cómo se siente.
«En todo», tú y yo tenemos que aprender a tomar nuestro
escudo de la fe. También necesitamos desesperadamente conocer
la Palabra de Dios y empuñar la «espada del Espíritu» para que
cuando el enemigo sugiera astutamente, «Conque Dios os ha
dicho . . . ?» podamos conocer la respuesta de manera enfática.
Cuando respondemos a los ataques de la duda, de la
distorsión, y del engaño con el escudo de la fe, el dardo encendido
se extingue y el enemigo recibe otro golpe. Le debo unos cuantos.
¿Y tú? —BM