Dios nos ha revelado una descripción de la vida cristiana
en una sola palabra: Santidad.
Pedro lo explicó de esta manera: «Como hijos obedientes,
no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra
ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es santo, así
también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir»
(1 Pedro 1:14-15).

Esas palabras manera de vivir significan «en todo lo que
hagan, en su comportamiento.» Ser santo significa «ser apartado.»
Significa ser diferente —no raro, bizarro, o detestable— sino
apartado. Pedro dijo, no se ajusten al patrón del mundo de la
manera en que solían hacerlo cuando vivían en la «ignorancia.»

En tus días a.C. (antes de Cristo) no conocías nada mejor.
Puede que hayas pensado que las experiencias sexuales ilícitas o
las sustancias adictivas o las actividades egoístas te harían feliz,
pero ahora sabes que son como arenas movedizas. Tal vez solías
pensar que ser un cristiano sería algo restrictivo, viejo y duro, pero
ahora ves que las leyes de Dios se han establecido para tu bien. Él
no niega algo bueno que trae verdadero placer. Cuando Dios dice ,

«No», quiere decir «no te hagas daño.» La norma de la santidad es
una protección de nuestra felicidad, dada por un Padre amoroso.
Eres una persona diferente a la que una vez fuiste. Tienes
prioridades diferentes, pasiones diferentes, pasatiempos diferentes,
prácticas diferentes. Tus metas han cambiado. Tu perspectiva ha
cambiado. Ahora quieres lo que Dios quiere para ti. Has
escuchado el llamado a la santidad, y debido al Espíritu de Dios
que mora en ti, eso es lo que tu corazón ansía.

Pero recuerda, «ser santo» en realidad significa «santifícate.» Es
un proceso. La santidad se forma a lo largo de toda una vida; no
es como . . . puf — el instante en que te vuelves a Jesús ya eres el
producto acabado. La santidad proviene de tratar e intentar y de
volver a intentarlo para vivir una vida apartada del molde del
mundo. La santidad echa raíces en tu vida cuando entras en la
Palabra de Dios y con el pueblo de Dios, entregando tu mente y
tu cuerpo a la vida a la que Dios te ha llamado.

He aquí la buena noticia. Está sucediendo hoy. Dios está
vertiendo Su carácter en ti con cada decisión que hagas para ser
como Su Hijo. —JM</p