(2da. parte)

Al continuar con nuestro andar en este difícil camino con Job,
descubrimos que con mucha frecuencia Dios se niega a actuar
de maneras simples y fáciles de entender que coincidan con
nuestra definición de cómo debiera verse Su fidelidad.

Suplicamos, y sin embargo, la tasa de enfermos de cáncer entre
los cristianos se mantiene igual que para aquéllos fuera de la fe. ¿Pero
acaso no dice Salmos 103:3 que Él sana todas nuestras enfermedades?
Rogamos por ayuda financiera, por cuanto Filipenses 4:19
promete, «Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades,
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.» Pero cuando el
cheque tan esperado no aparece, pensamos que debemos no haber
tenido suficiente fe.

Éste es el tipo de preguntas difíciles que atribularon a Job. O
Dios no estaba siendo fiel a Sus promesas (¡inconcebible!), o Job no
entendía todo lo que significaba Su fidelidad. Job estaba a punto de
alcanzar una nueva y deslumbrante dimensión en su comprensión
de Dios.

Para los amigos de Job, la fidelidad de Dios siempre se veía como
que hacía, contestaba, sanaba — en última instancia, que proveía. A
cambio de la justicia por medio de las obras que ellos hacían, Dios
estaba obligado a responder fielmente.

Pero Job (a quien Dios mismo declaró como justo) sufrió todo
tipo de dolor y pérdida. Mil años antes que el Varón de Dolores, Job
conoció nuestro dolor. A cambio de su justicia, Job recibió sufrimiento.
¿Dónde estaba la fidelidad de Dios?

En el mundo de Job, a Dios se le percibía como un Dios juzgador
y condenador. Él expresaba fidelidad aplastando a los enemigos de los
fieles. En el mundo de Job, Dios era un Dios que respondía a las
preguntas. Se le veía como fiel en proveer sabiduría. Pero el Dios que
Job conoció hacia el final de su doloroso andar expresaba Su fidelidad
de una manera que nadie podría haber imaginado jamás. No
respondía preguntas, ni aplastaba a los enemigos de Job; dejó el trono
en el capítulo 1 y se hizo presente. ¡Se manifestó!

Job confesó en 9:11 que no podía ver a Dios. Pero, una vez más,
vayamos a su gran conclusión en 42:5, «He sabido de ti sólo de oídas .
. . ,» balbucea Job, «pero ahora mis ojos te ven.»
El Dios de Job mostró Su fidelidad manifestándose. ¿Te suena
familiar? Él es Aquél cuya fidelidad es más un asunto de presencia
que de provisión. —MC