Nada es más precioso para mí que la Palabra de Dios
— a excepción del Hijo de Dios.
La Biblia me entusiasma porque nos lleva a la persona de
Jesús. Estudiamos la Palabra de Dios, no para ser un tonto de la
Biblia sino para aprender y acercarnos a Él.
Los fariseos tenían un problema con las Escrituras. Ellos se
ocupaban del Libro, pero no del Señor que lo escribió. Jesús les
dijo, «Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en
ellas tenéis vida eterna.» Pero «ellas son las que dan testimonio de
mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Juan 5:39-40).
Es como si estuviese diciendo «¡Hola! ¡Estoy justo aquí!»
Trágicamente, los fariseos estaban «siempre aprendiendo, pero
que nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad»
(2 Timoteo 3:7), aun cuando la Verdad personificada estaba
parada frente a ellos. Al aceptar la Palabra escrita, rechazaron la
Palabra encarnada (Juan 1:1).
• Entonces, ¿por qué lees la Biblia?
• ¿Por qué estás comprometido en estudios bíblicos?
• ¿Por qué tomas notas durante el sermón?
La manera de crecer espiritualmente no es yendo a cada
seminario bíblico que puedas o formando una biblioteca de
información espiritual en tu cabeza. En última instancia, eso no te
ayuda en absoluto. He conocido a personas que podrían ganar un
dineral en el programa de concursos Jeopardy (Riesgo) si las
categorías trataran acerca de la Biblia, pero no pueden descargar
su conocimiento a la experiencia. No pueden levantarse ante la
tentación porque no han estado viviendo lo que han estado
aprendiendo. La verdad nunca ha recorrido los 48 centímetros
de su cabeza a su corazón.
Es momento para que todos nosotros desechemos las metas
de «estudia más, aprende más, esfuérzate más» y dejar que la
Palabra nos atraiga de vuelta a la fuente de nuestra vida espiritual
— Jesús. Conocerlo es nuestra meta (Filipenses 3:10).
No necesitamos buscar más información acerca de la Biblia.
No necesitamos ir tras el cambio. La Biblia es la Palabra escrita de
Dios que nos guía a la Palabra Viva de Dios. —JM