Hace unos cuantos años se hizo pública una historia acerca
de un prominente evangelista que se disfrazaba para
entrar en lugares indecentes y de total y absoluta maldad.
A lo largo de los años, este hombre había transigido y
alimentado su apetito. Usaba un disfraz porque no quería que lo
reconocieran. Estaba avergonzado de lo que estaba haciendo pero
simplemente no podía darse el lujo de quedar expuesto.

Luego de escuchar esa historia en la televisión y leerla en los
periódicos, mi primera respuesta fue, «Eso es horrible. ¿Cómo pudo
haber hecho algo así?» Luego, cuando pensé en ello, dije, «Oye, no
seas tan duro con este tipo.»
Hay algo en todos nosotros que nos lleva hacia las tinieblas y
lejos de la luz. Hay una tendencia natural a escondernos, a correr,
y a ser atraído hacia cosas que no son correctas. Los hombres y las
mujeres abandonados a sus propios recursos se autodestruirán.
Siempre iremos tras aquello que nos herirá, nos destruirá, y traerá
vergüenza al nombre de Jesús.

Las palabras de Jesús en Juan 3:19 deben ser una gran luz
intermitente para nosotros: Ten cuidado. Vigílate. Entiende quién eres.
Conoce el lado oscuro de tu personalidad. Entiende cuán débil eres. No confíes
en tí mismo. No confíes en esas inclinaciones, porque te llevarán a lugares
donde no perteneces.

Toda nuestra vida tenemos que luchar contra esa tendencia
natural a ir por caminos y avenidas que terminarán en
destrucción. Luego de muchos años de ministerio, he descubierto
que la gracia de Dios guarda tanto a hombres como a mujeres
debido a que actúan de manera deliberada. En otras palabras, se
han vuelto deliberados en cuanto a sus vidas, entienden sus
debilidades, y por un acto de su voluntad corren hacia la
responsabilidad que los ha mantenido en la luz.

La luz trae tanto exposición como seguridad. Nos muestra
nuestras imperfecciones, pero también nos advierte y nos muestra
qué debemos evitar. Puede que sea difícil, pero permíteme
alentarte — elige la luz. —CWL