De vez en cuando, elijo vivir en un estado de negación. La
verdad puede doler. La realidad puede ser difícil de
manejar. Completar tareas a tiempo demanda un trabajo
muy duro. Tratar relaciones dañadas requiere de cantidades
inusitadas de paciencia, amor, y compasión.
Pero, con todo lo atractivo que puede ser vivir en la negación,
también tiene su lado grotescamente feo — incluso mortal.
El siguiente evento ilustra el peligro. En Viena, Austria, una
niña de seis años con un tumor de cuatro kilogramos
presionándole los pulmones estaba recibiendo quimioterapia por
orden de un tribunal. Sus padres habían estado evitando el
tratamiento. ¿Por qué? Estaban siguiendo el consejo de un doctor
que afirma que el cáncer es sólo un estado mental.

El sentido común nos dice que no podemos cambiar la
realidad aparentando que sólo se trata de una ilusión. Pero eso
parece ser lo que muchos de nosotros estamos tratando de hacer
en cuanto a un problema aún más mortal, un problema que nos
puede robar una relación con Dios.

En Juan 8, Jesús les habló a algunas personas acerca de su
incapacidad para verse a sí mismos como pecadores con la
necesidad de un Salvador. De hecho, estaban tan lejos de la
realidad que no sólo negaban la gravedad de su propio pecado,
¡sino que incluso acusaban a Jesús de ser un pecador!
¿Nos encontramos tú y yo en este panorama? El Gran Médico,
Jesús, ofrece la cura para las consecuencias mortales del pecado,
las cuales son la culpa ahora y el infierno después. El regalo del
perdón total fue pagado por medio de Su muerte en la cruz. Y
puede ser nuestro simplemente admitiendo nuestra culpa y
aceptando Su regalo.

Aun cuando puede que lo hayamos hecho, y estemos de
camino al cielo, todavía tenemos el problema de nuestros pecados
diarios. Si los negamos, nos llevan a un dolor mayor. Pero cuando
los reconocemos y buscamos el perdón, experimentamos una
relación íntima con el Señor (1 Juan 1).

En vez de vivir en la negación, vivamos cada momento en el
perdón lleno de gracia de Dios. —KD