La dieta baja en carbohidratos ha estado creciendo en
popularidad. Las vallas publicitarias anuncian los nuevos
platos principales bajos en carbohidratos en los restaurantes.
En la sección de comidas congeladas de los supermercados
aparecen comidas envasadas bajas en carbohidratos.
Algunos dietistas han distorsionado la moda pasajera de
consumir alimentos con bajo contenido de carbohidratos para
justificar el desenfrenado consumo de otros alimentos. «Coma
todo lo quiera de grasas y proteínas», dicen, «tan sólo no coma
carbohidratos.»
Los que recién incursionan en una dieta baja en
carbohidratos quedan complacidos ante una repentina pérdida de
peso. Pero una vez que reanudan sus hábitos de alimentación
normales, pueden volver a recuperar el peso rápidamente.
La comida muy bien puede ser la droga más popular de la
que depende la gente. Comemos en exceso porque estamos tristes,
felices, emocionados, o aburridos. Pero las dietas extremas que se
ponen de moda no son la respuesta. La mejor manera de disfrutar
tanto de la comida como de la buena salud es dependiendo de
Dios para nuestras necesidades emocionales. Él nos creó para
comer alimentos de una manera equilibradamente saludable
— con dominio propio.
La primera provisión de Dios para la dieta humana fue en un
exuberante huerto lleno de una variedad de frutos (Génesis 2:8-9).
Luego del gran diluvio, Noé recibió instrucciones de
comenzar a incluir carne en el menú (9:3).
Más tarde, Moisés le dio leyes alimenticias al pueblo de Israel
(Levítico 11:1-47).
Cuando Jesús vino, dijo que el mal habita en el corazón
humano, no en la clase de comida que ingerimos (Marcos 7:17-23).
Finalmente, Pablo explicó que se le ha de dar la bienvenida a
todo alimento en nuestras vidas con oración y acción de gracias
(1 Timoteo 4:5).
Los metabolismos varían, pero para todos nosotros, lo que
comemos afecta nuestra salud y nuestra apariencia. Dios ha
provisto alimentos para nuestro sustento y nuestra salud
— ¡incluso creó los carbohidratos! Nuestra responsabilidad es vivir
y comer con dominio propio. —HDF