Mi cumpleaños cae el día después del Día de la
Independencia de Singapur. Como tal, siempre tiene
un significado especial para mí. (¡Pareciera como si toda
la nación celebrara el día en que nací!) Singapur es una nación
relativamente joven. Este año es el cumpleaños No. 40 de
nuestro país.

Siempre me maravillo en la manera como Dios ha preservado
a Singapur, que es más una isla que un país. Se la considera una
ciudad-estado porque la mayor parte de la isla principal pertenece
a la metrópolis de Singapur. Es tan pequeña que cuando se la ve
en un mapa mundial, todo lo que se ve es un puntito. Si tienes
curiosidad por saber dónde se encuentra, el estado se ubica en el
extremo sur de la Península Malaya.

Desde que se convirtió en una república independiente en
1965, Singapur ha crecido, de un sombrío panorama económico
con una infraestructura no desarrollada y limitados mercados
extranjeros, a gozar de estabilidad política y un elevado
crecimiento económico. Ahora, Singapur es el puerto marino, el
centro financiero, y el centro industrial más importante del
Sudeste Asiático. Como resultado de ello, disfruto de un buen
estándar de vida.

Estoy agradecido por las bendiciones que Dios le confiere a
mi pequeño país. En efecto, Él está con los pequeños y los débiles.
Cuán cierto es que «Dios ha escogido lo necio del mundo, para
avergonzar a los sabios» (1 Corintios 1:27).

En la lectura de las Escrituras de hoy, cuando el ángel del
Señor se le apareció a Gedeón y le pidió que guiara a los israelitas
a la victoria contra los madianitas, él no podía dar crédito a sus
oídos. Aun cuando el ángel se dirigió a Gedeón como «valiente
guerrero», él todavía creía que su clan era el más débil de Manasés
y que él era el menor en la familia (Jueces 6:15). Sin embargo,
Dios habilitó a Gedeón y a sus 300 hombres para derrotar a los
madianitas (Jueces 7).

Es importante ver cómo el Señor nos mira y cómo nosotros
nos consideramos a nosotros mismos. Recordemos que Dios ha
escogido a los débiles para avergonzar a los fuertes, y sólo cuando
dependemos de Él es que Su fortaleza se perfecciona en nosotros
(2 Corintios 12:9). —JL