Cuando se trata de la salud física, creemos en los expertos
que nos dicen que lo que comemos es importante. ¿Por qué,
entonces, somos tan lentos para entender que lo que
introducimos en nuestros cuerpos a través de nuestros ojos y
oídos afecta nuestra salud espiritual? Cuando nos unimos a un
equipo deportivo, esperamos dedicar largas horas de práctica, y no
esperaríamos que ningún entrenador sensato nos pusiera a jugar
en algún partido si no conociéramos las reglas. Así que, ¿por qué
esperamos que Dios nos use para algo grande aun cuando
vivimos del equivalente espiritual de lo que es la comida chatarra,
leemos la Biblia como si fuera un amuleto de la buena suerte, y
rara vez intentamos poner en práctica lo que ésta dice?
Cuando se trata de estar en forma física, sabemos que ser un
mariscal de campo de salón no nos va a llevar al salón de la fama
del fútbol americano. ¿Por qué, entonces, nos sentamos en la zona
que rodea el campo de juego espiritual y sin embargo, esperamos
llegar a ser fuertes en el Señor?
El experto en entrenamiento para un buen estado físico, Grez
Landry, ofrece este consejo: «Busquen la manera ‘difícil’ de hacer
las cosas — la manera que requiera la mayor cantidad de gasto de
energía. Subir las escaleras en vez de tomar el elevador, y
estacionarse lejos del centro comercial son sólo dos maneras de
quemar más calorías mientras se realizan las tareas diarias.»
Cuando pensamos en ello, es como el consejo espiritual que
Jesús dio cuando dijo, «amad a vuestros enemigos; haced bien a
los que os aborrecen» (Lucas 6:27). Ser amables con aquéllos que
son corteses con nosotros no requiere de fortaleza espiritual;
cualquiera puede hacerlo. Pero ser amables con nuestros enemigos
requiere de un entrenamiento espiritual equivalente al de un
atleta olímpico. No podemos hacerlo sin entrenamiento espiritual,
mucha práctica, e incluso muchas caídas.
A fin de descubrir las cosas poderosas que Dios quiere hacer
por medio de nosotros, tenemos que intentar cosas difíciles por
medio de Él — como perdonar a aquéllos que nos hieren en vez de
alimentarnos de sentimientos de venganza, y ser amables con
aquéllos que nos odian en vez de beber de la copa de la ira. Hacer
lo que es difícil al final puede hacernos la vida más fácil. —JAL