La cultura popular (tanto religiosa como no religiosa) contiene numerosas caricaturas de Jesús. Para algunos, Él es un tipo bondadoso, del tipo que esperaríamos encontrar en un estado de humor meditabundo, tal vez alimentado a una pequeña bandada de aves con migajas que están masticando a sus pies Para algunos, Él es un sabio dócil pero sabio quien es siempre bueno para ofrecer un consejo poco convencional y prudente.
Para otros, Jesús es el contrapeso necesario de compasión para un Dios a quien se le percibe como hosco y demasiado ansioso por atacar a pobres y desprevenidas criaturas con un poco de juicio. Con la mayor frecuencia, a Jesús es le ve como cuidadoso, benevolente, o empático. Él es asequible y cálido, pero tal vez un poquito aburrido a veces.
Sin embargo, cuando seguimos la historia de Jesús tal y como la cuenta el evangelio de Juan, nos topamos con momentos curiosos y giros extraños. Hay cambios inesperados en donde, en el espacio de sólo unos cuantos párrafos, emergen figuras muy diferentes de Jesús.
Los giros paradójicos comienzan en Caná, donde Jesús elige, de entre todos los lugares, una fiesta para inaugurar los años culminantes de Su vida y ministerio (Juan 2:1). El primer milagro de Jesús, la primera «señal» magnífica que afirmaba que era el Mesías, fue la provisión de vino para que el alegre jolgorio de las festividades de la boda pudiera continuar. Casi desde el principio de Su ministerio, encontramos este tema al cual Jesús a menudo regresa: el reino de Dios es una fiesta.
Este Jesús —quien participa con una expresión de gozo— se pelea con nuestro sentido del decoro en donde a menudo se considera a la espiritualidad sin mancha y a la disciplina monótona y sombría como sinónimos. El gozo, el deleite, el placer, el festejo — éstas son piezas esenciales en el propósito del Hijo de Dios para la redención.
Jesús trae santidad y rectitud, justicia e integridad a un mundo empeñado en la destrucción y que se dispara hacia la ruina. Sin embargo, contradiciendo tal vez nuestros supuestos, tal santidad y justicia no están en conflicto con la risa desbordante o la buena comida. Jesús se esfuerza muchísimo para asegurarse que Sus seguidores, escuchan, fuerte y a menudo, Su llamado al gozo.
Curiosamente, Su marcha a la cruz comenzó en una fiesta. Tal vez debemos seguir este ejemplo. —WC