En 1914, Ernest Shackleton dirigió una expedición para navegar hacia la Antártida cruzarla a pie. Su equipo había adquirido El Endurance(La Fortaleza), un barco construido de una madera excepcionalmente dura diseñado para abrirse paso a través del hielo. Al principio, la expedición iba bien y según el plan. Pero las presiones del hielo en el casco demostraron ser demasiado grandes y pronto el marco de madera del barco quedó aplastado haciéndose pedazos.
Shackleton escogió a un pequeño grupo de rescate para ir por ayuda. Prometiendo que regresarían, el capitán y su tripulación comenzaron un viaje de 1290 kilómetros en un bote pequeño por mares peligrosos hacia el puerto ballenero de la Isla South Georgia. Asombrosamente, con sólo un sextante para guiarlos y cielos rara vez visibles, la tripulación llegó a la isla.
Shackleton luego guió sus hombres en una expedición escalando una montaña para llegar al puerto al otro lado de la isla. Ordenó a sus hombres que no descansaran, por temor a morir congelados en la nieve. Una vez que llegaron a su destino, Shackleton tomó otro barco y se dirigió de vuelta hacia los que estaban esperando. Para gozo de la expedición que había quedado abandonada, su líder había mantenido su palabra y no se dejó atrás a ni un solo hombre.
Hace dos mil años, Jesús de Nazaret estaba preparándose para dejar a Sus discípulos y ellos desesperadamente necesitaban tranquilidad y seguridad. Les dijo, «Voy al cielo a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros» (Juan 14:2-3).
Jesús soportó los horrores de la cruz y de la muerte. Pero por medio de Su sacrificio final y Su resurrección, proveyó el camino para aquéllos que creemos en Él para ser salvos y recibir la vida eterna.
¿Te sientes solo y abandonado? Anímate. Jesús, el capitán de nuestra salvación, es fiel a Su palabra (Hebreos 2:10). Él ha prometido, «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Juan 14:18). —HDF