Mientras espero en la línea para la caja en la tienda de comestibles, me gusta mirar las revistas para reformas en la vivienda. Pero hay otro tipo de revista que llama mi atención — que me dice cómo mejorar mi cuerpo y cómo usarlo para obtener la atención masculina. Aparentemente, si hago lo que ellos me dicen, o me veo como la mujer en la portada, seré mucho más feliz y mi vida amorosa se disparará. Y aun cuando mi cabeza me dice que no es verdad, a veces este tipo de revistas todavía me atrae.

Un día, mientras salía hacia mi automóvil luego de dejar las revistas atrás en la línea de la caja, vi a una mujer que no pude evitar notar. Era bella. Pero la manera en que se comportaba y la ropa seductora que llevaba me dijeron que tal vez ella había estado leyendo la revista que yo acababa de ver — y estaba probando su receta para la belleza.

Puede que la modelo en la portada de la revista, la mujer vestida de manera seductora en el estacionamiento, y esta madre de dos hijos tengamos muy poco en común, pero la verdad universal que nos asocia a todas las mujeres es un anhelo por que se nos vea bellas. Sin embargo, lo que las revistas no explican es que este anhelo va mucho más allá de ser bonita. Queremos ser atractivas, pero más por lo que somos que por nuestra apariencia.

Muchos programas de televisión de casos de la vida real veneran el tipo de belleza que sólo llega a la profundidad de la piel, pero la pura verdad es que la belleza externa se marchita con el tiempo. Y la belleza física sola no es suficiente para hacernos felices, mantener la intimidad conyugal, o darnos paz interior. La verdadera belleza es eterna, porque viene del interior del corazón de una mujer.

Las mujeres fueron diseñadas para ser bellas — y eso no significa poseer un cuerpo, rostro o cabello perfectos. La belleza se ve en una mujer que con confianza revela su corazón y con dulzura alimenta a aquéllos a quienes ama. Ella irradia belleza cuando ama a Dios con todo su corazón, mente y fuerza, y cuando está siendo la persona según el diseño de Dios para ella — una verdadera belleza (1 Pedro 3:4).  —AS